Nueve y cinco

Lamento que tuvieras que levantarte muy temprano
a preparar tu café mientras afuera
el mundo se asoma a la ventana,  tu ventana,
y me ve dormir. Son las nueve y cinco,
el metro a veces apresura tu paso y la distancia
no es más que tu imagen a medio arreglar en el espejo
a “medio” arreglar porque falta una imagen y dejas
aroma de ti en la mesilla y marchas
a otra calle, a otro país, no importa.

Qué más da donde nacieras.
El paseo de la playa sigue estando cubierto de sol
y de personas medio desnudas en verano
mientras las olas chocan y rompen
también en invierno
y  los años pasan y se erosionan igual que la roca
hasta ser arena, polvo y comprendes
que en todas las vidas hay una playa
o no hay una playa
y despiertas
porque no queda nada para la cena.

Suena el teléfono, no soy yo.
La calle de enfrente poco a poco se parece
a la calle que dejas.

Lamento
esta mentira.