No sin miedo

Como un espejo que imita la luz
hoy vengo de buscar sombras en mi equipaje
y no era difícil entonces cercenar la mano que toca
al cuerpo que pasa. La vida,
artículos de compra y venta, avanza
en su creación desmentida. Hoy soy,
ajetreado, atareado, sin tiempo
para pensar en cosas vagas,
reflejo. Y marcho a la casa del trabajo,
a la muchacha descreída, al último desván
donde aún guardo mi ropa, y es un regresar necesario,
a la casa de los niños, a la puerta sin llave, al futuro. No sin miedo,
miro atrás
esperando ese brazo que alargue su copa
y me detenga de esta muerte.

Hierba



                              I

No sé si era el cuerpo o era el aire
o si era un lugar que se tambalea
si era triste o era gesto de otra cosa.
No sé muy bien qué estoy haciendo en esta casa
repleta de hierba. Somos nostalgia
como la lluvia y la mentira,
como las casas donde habitamos tantas veces
como el padre, con la madre y tanto tiempo
como el hijo y los sueños
somos sólo de cuando dormimos, la verdad.

Te quiero.

Y sé que todo es sólo un papel
con palabras como estas, vacías, sólo
otro traje más en el armario, sólo
otro cuerpo con forma nueva. Y volver
a pasear las mismas calles, volver
de otra mano (no importa ya la mano)
a la misma ciudad
que no quiere ser visitada. Me revientan
las avenidas con luces, la navidad
no sé para qué sirve.
Me despido de ti
para volver solo
hasta mi casa.

                              II

Se han quedado opacos mis ojos
de no verte, (ya no sé a quién no veo)
y mi cuerpo está ahora parado en esta calle
y mis dedos buscan ahora en los bolsillos
arena de un muro.
Miro
a la derecha
y quiero tomarme un café en el bar de enfrente,
leer en el periódico las noticias
recordarte y escribirte una postal.
Diciembre es un mes propicio a los desengaños,
a los mendigos y a las plazas llenas de frío.
Me he dejado la mano en mi propia muerte
y por primera vez
me he dejado la mano en ti.

                              III

No sé qué hago
dejándome crecer la hierba
bajo las suelas
desgastadas, y es que es esta ciudad...



Voy a volver los ojos y la sangre
hacia afuera. No soy más que un recuerdo
en otro. Me duelen los dedos al escribir
la primera
frase y última. Conspiro contra todo
lo que hay dentro, y nada
queda.








Diciembre

Y es primero de Diciembre en la calle pegada a mi casa,
detrás del hombre que sueña con lo onírico
el reloj da la hora de apertura de la vida. El viento
es una cosa de los lobos. La ventana
queda abierta con engaño.
Hoy es más lunes que otros lunes. El movimiento
del cuerpo que se levanta, del cuerpo que huye,
el que transita, la voz
que apenas acompaña
al ritmo
de los trajes con olor a ducha,
es premonición de luz,
de ruido, cansancio, la carroña,
carne fresca devorada tantas veces.

Patricia ya no llama, ni me nombra.

Hace frío a las seis de la mañana,
y cuánto Otoño queda por barrer en las calles. Se precipitan
las hojas y mis ojos
al suelo
y un paso precede a otro y tantas veces
un paso más se precipita
hacia mi,
desde mi.

Es primero de un Diciembre demasiado inútil y no me olvido,
de las horas
que he dejado sin pensarte. La presencia
es la imagen del recuerdo y tantas cosas
-Patricia que ya no llama-
de mi,
desde mi.

No tendré que morir si me acompañas
-pienso-, mientras entro al trabajo
a las siete y media y hace frío, adelantándome
a otro día más sin tu llamada.