Diciembre

Y es primero de Diciembre en la calle pegada a mi casa,
detrás del hombre que sueña con lo onírico
el reloj da la hora de apertura de la vida. El viento
es una cosa de los lobos. La ventana
queda abierta con engaño.
Hoy es más lunes que otros lunes. El movimiento
del cuerpo que se levanta, del cuerpo que huye,
el que transita, la voz
que apenas acompaña
al ritmo
de los trajes con olor a ducha,
es premonición de luz,
de ruido, cansancio, la carroña,
carne fresca devorada tantas veces.

Patricia ya no llama, ni me nombra.

Hace frío a las seis de la mañana,
y cuánto Otoño queda por barrer en las calles. Se precipitan
las hojas y mis ojos
al suelo
y un paso precede a otro y tantas veces
un paso más se precipita
hacia mi,
desde mi.

Es primero de un Diciembre demasiado inútil y no me olvido,
de las horas
que he dejado sin pensarte. La presencia
es la imagen del recuerdo y tantas cosas
-Patricia que ya no llama-
de mi,
desde mi.

No tendré que morir si me acompañas
-pienso-, mientras entro al trabajo
a las siete y media y hace frío, adelantándome
a otro día más sin tu llamada.

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